Vinos que dicen pío pío

Hoy vamos a analizar una de las tendencias que más se repiten en el mercado del vino: los pájaros en las etiquetas.

La verdad, es que esta idea me la dio un buen amigo un día que me preguntó que si tenía algo que ver la calidad del vino con los pájaros, que veía un patrón en las grandes superficies respecto a estos animalitos. En esos momentos no supe qué contestar pero después de indagar mucho sobre el tema, creo que hay 3 puntos imprescindibles que tienen que ver con este etiquetado.

Empecemos en el viñedo. La lucha del viticultor y las aves es una tónica. Que no se coman la cosecha y que no aniden en exceso son los principales problemas a los que se enfrenta. Sin embargo, la proliferación de pájaros alrededor de los viñedos es una constante que ha ido en aumento con la llegada de los cultivos ecológicos. Varios estudios avalan el crecimiento y la biodiversidad de fauna en estos cultivos respectos a los tradicionales y como consecuencia, el turismo de aves o birding; una tendencia dentro del enoturismo en alza, pues en viñedos se pueden observar multitud de aves autóctonas con mucha facilidad.

Obviamente en la bodega no tienen nada que ver nuestros pajarillos, pero si con las fincas, donde los nombres propios de las aves han dado nombre a fincas parcelas o terrenos específicos. Estos nombres han perdurado tanto por la tradición oral o el legado familiar (vamos, los motes del pueblo de toda la vida). Y posteriormente, haciendo honor a esa herencia se han etiquetado vinos con nombre o imágenes de esos pájaros.

 Y por último, la simbología asociada al pájaro. Las aves están consideradas como símbolo de libertad, compromiso y respeto. Por tanto, su uso en publicidad y marketing nos habla de bodegas comprometidas con el producto y respeto hacia el mismo y hacia el medio ambiente. Además, muchas han afinado el tiro (y nunca mejor dicho) con la personalización del pájaro autóctono de la finca o viñedo en cuestión para poner de manifiesto su vínculo y compromiso con la tierra de sus vinos. 

Por tanto, las aves, son un elemento recurrente para otorgar una personalidad única a cada vino, poniendo en alza el vínculo de la bodega con la tradición y el respeto por el medio ambiente. De esta forma entendemos inconscientemente,  esta unión de vino y aves que nos hace confiar más en la marca y por ende, asociamos con calidad.

¿Un ejemplo extremeño que me encanta? Nadir, de Villafranca de los Barros. Si bien no lo utilizan en su etiquetado, si es cierto que está presente en la cápsula y en toda su identidad visual. ¿De qué pájaro se trata? De nuestras queridas cigüeñas.